Catástrofe química en Hungría: Irresponsabilidad y negligencia empresarial, dejación de los gobiernos
Fecha Fecha de Publicación: Miércoles 6 de Octubre de 2010, 11:33 h. Tema Reflexión
La rotura de una balsa de residuos de una empresa minera causa cuatro muertos y más de 120 heridos. El vertido anega tres condados y amenaza al Danubio. Greenpeace recuerda que en España existen cientos de balsas similares a la que ha provocado el vertido tóxico de Hungría.
Publicado por El País, Agencias / E. DE B. - Budapest / Madrid - 06/10/2010
Una marea de barro rojo, tóxico y corrosivo, anega el oeste de Hungría en lo que el secretario de Estado de Medio Ambiente, Zoltan Illés, ha considerado "la catástrofe química más grave de la historia del país". La rotura de una balsa con residuos obtenidos del proceso de obtención de aluminio ha afectado a un área de 40 kilómetros cuadrados entre tres condados (Veszprém, Györ-Moson-Sopron y Vas) y se ha cobrado, por lo menos, cuatro víctimas mortales, seis desaparecidos y 120 heridos, según datos oficiales.
El torrente de lodo ha arrastrado coches y destruido carreteras y puentes y amenaza tres ríos, entre ellos el Danubio. Todas las víctimas son vecinos de los pueblos afectados por el siniestro, y, en el caso de los fallecidos, fueron arrastrados por el vertido de un millón de metros cúbicos. Unas 400 personas han tenido que ser evacuadas, y no se descarta que haya que hacerlo con más según avance el vertido.
La fuga se ha originado en una fábrica de Ajka, una población de unos 30.000 habitantes a 165 kilómetros al oeste de Budapest, cerca del lago Balatón. No se descarta que se haya debido a un error humano, aunque en la región ha llovido mucho en los últimos días, lo que podía haber aumentado la cantidad de líquido embalsado (estos depósitos están al aire libre).
En la relación de damnificados hay que distinguir dos causas. Las víctimas mortales parece que lo han sido por ahogamiento. Las otras pudieron resultar afectadas por el contacto con el contenido del depósito. El profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Luis García Fierro explica que estas balsas contienen las impurezas que se han eliminado de la bauxita en su proceso para extraer el aluminio. "Son unos lodos rojos que contienen hierro, manganeso, sílice y otros minerales en pequeñas concentraciones", indica el experto. Pero, al contrario de lo que pasó en 1998 en Aznalcóllar, cerca de Doñana, el peligro esta vez no viene de la concentración de metales pesados, sino por la alcalinidad del medio.
Como explica García Fierro, la obtención del aluminio se realiza usando sosa cáustica (NaOH) para obtener un compuesto soluble que se pueda separar del resto de los componentes. Esta solución tiene un pH (el índice del grado de acidez o causticidad de una disolución) de 14, es decir, que está en el máximo posible en la naturaleza. Para comparar con un producto básico, es unas 100 veces más corrosivo que la lejía, cuyo pH ronda los 12. Como la vida se desarrolla en condiciones naturales (con excepciones como en las cercanías de volcanes submarinos) a un pH que ronda el 7, un grado de 12 puede arrasar todo lo que encuentre. También en esto el vertido se diferencia del de Aznalcóllar, que era ácido, pero con un pH 5, unas 100 veces menos que el zumo de limón, por ejemplo. En cambio, el volumen de lodos que se han escapado de la balsa es inferior al de Aznalcóllar, que fue de seis millones metros cúbicos.
El daño de estos barros rojos para las personas es grave y muchas veces irreversible, indica García Fierro. Si solo se produce una salpicadura, se puede evitar lavando la zona afectada. Pero, si no, las consecuencias pueden ser muy graves. El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo indica que la sosa es corrosiva tanto por inhalación como por contacto con ojos y piel o por ingestión. Puede producir sensación de quemazón, tos, dificultad respiratoria, enrojecimiento, graves quemaduras cutáneas, dolor en la piel y abdominal, diarrea, vómitos y colapso. El caso más frecuente, el contacto con la piel, tiene la característica de que produce graves quemaduras que en un momento pueden parecer controladas para empeorar después. Por eso las autoridades húngaras temen que algunos de los afectados fallezcan y elevan la previsión de víctimas mortales.
Y si estos son los efectos ya estudiados en seres humanos, con las plantas o los animales ocurre algo similar. Además, este tipo de vertidos tiene el inconveniente de que son muy fluidos, por lo que el líquido empapa los suelos, afecta a las raíces y es más difícil de combatir y de retirar con medios mecánicos.
La solución en estos casos es neutralizar la fuga echando compuestos que reaccionen con la sosa y reduzcan el pH hasta límites tolerables. Por eso las autoridades húngaras han empezado a esparcir yeso (sulfato cálcico) desde helicópteros sobre la zona afectada, de unos 40 kilómetros cuadrados.
Pero el caudal de lodos ya ha llegado al río Marcal, con lo que puede fluir hasta el Raba y el Danubio. Sandor Toth, director de la compañía que gestiona el agua en el oeste de Hungría, calcula que podría llegar al Danubio en cuatro o cinco días. Aunque lo haría más diluido, "sería una catástrofe", ha dicho.
La compañía propietaria de la fábrica de aluminio, Hungarian Aluminium Production and Trade Company (MAL por sus siglas en húngaro) estudia si la causa de la rotura de la balsa fue debida a un error humano, aparte de a un aumento de la cantidad de líquidos retenida por las lluvias recientes. Ayer mismo, dijo que ya había empezado a reparar el almacenamiento en superficie para evitar futuras fugas. Porque hay riesgo de una catástrofe mucho mayor, ya que se calcula que el millón de metros cúbicos que se ha extravasado es tan solo el 2% del contenido de la balsa. Quedan, por tanto, otros 49 millones que, en caso de un desastre total, podrían escapar.
El debate acerca de las causas de la catástrofe y del reparto de responsabilidades ya ha empezado. Las autoridades han ordenado a la empresa que detenga la producción de aluminio. El secretario de Estado para el Medio Ambiente, Zoltan Illés, aseguró que tenía sospechas de que la empresa no lo había hecho en un primer momento, y que incluso había seguido arrojando lodos a las balsas después del escape, aunque otra posibilidad que estudia es que los compartimentos del almacén de residuos no estuvieran bien sellados. El ministro del Interior, Sandor Pinter, que ha visitado la zona, ha declarado que no parece que haya riesgo de nuevos escapes.
Por su parte, el presidente de la compañía, Zoltan Bakonyi, ha dicho que la inspección efectuada a la balsa ayer no mostraba signos de que fuera a haber una fuga, y que, "de acuerdo con los controles anuales y diarios, todo estaba funcionando bien". "Por eso esperaremos a los resultados de la investigación", añadió.
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Publicado por Greenpeace España, 06/10/2010
La rotura de una balsa de una industria minera en Ajka ha provocado que cientos de miles de metros cúbicos de “barro rojo tóxico" cargado de metales pesados y altamente corrosivo haya arrasado siete municipios húngaros.
Greenpeace recuerda que en España existen, diseminadas por toda la geografía, cientos de balsas mineras, de las cuales más de una decena superan el millón de metros cúbicos, como la de Hungría.
Casos como la catástrofe de Aználcollar están todavía muy presentes. En el año 1998, la ruptura de uno de los muros de una balsa de residuos de pirita descargó 5 millones de metros cúbicos de lodos y aguas tóxicas en la comarca de Doñana. Hoy en día no existen responsables penales del accidente, por lo que los costes han tenido que ser sufragados con dinero público.
En varias ocasiones Greenpeace ha denunciado la dejadez y permisividad de las administraciones en lo relativo al control y clausura de las balsas mineras en nuestro país. Además de Aználcollar, en los últimos años la organización ecologista ha denunciado el peligro que suponen explotaciones como son la mina de Las Cruces en Sevilla, Cerro Colorado y Aguzaderas en la comarca de Río Tinto, Aguas Blancas en Badajoz o algunas de las balsas de estériles de la industria minera del oro en Asturias.
“Desgraciadamente, este tipo de accidentes siguen produciéndose, a pesar de las advertencias de los grupos ecologistas que exigen un mayor control de estas instalaciones”, ha declarado Julio Barea responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace. “Tras la rotura de una de estas balsas, las consecuencias son siempre trágicas. Y, como hemos visto en Hungría, ha costado la vida de varias personas”, ha añadido Sara del Río de la campaña de Contaminación de Greenpeace.
Un equipo de expertos de Greenpeace se ha desplazado inmediatamente a la zona para documentar el desastre, tomar muestras y poder así proporcionar una evaluación independiente de los daños ocasionados por este accidente. Dada la gran cantidad de residuos vertidos con elevados contenidos en metales tóxicos que se ha lanzado a las aguas superficiales y los suelos, las consecuencias podrían ser graves y de larga duración para los ecosistemas de la zona.
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De nuevo un claro ejemplo de irresponsabilidad y negligencia empresarial, en combinación con la habitual dejación de funciones de los gobiernos. ¿Quién pagará el pato esta vez?
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